martes, 10 de noviembre de 2009

Abrí los ojos (Alexandra Franco, 21)


Abrí los ojos, sentí la fuerza de los rayos solares cubriendo mis ojos, abrazando mis ojos, quemándolos. Era esa sensación de ojos sorprendidos por el primer rayo atravesando tu pupila. Ese momento en que tú vista se nubla. Y sientes que la cabeza te duele. No pude mas, los tuve que cerrar. En ese instante, empecé a pensar, a razonar. Primero, me di cuenta de que estaba recostada. Pero no en una cama, o en un sillón, recostada sobre el suelo. Pero este suelo tenia una textura peculiar, no era pasto… entonces ¿que era?



Empecé a moverme ciegamente, sentí pequeños pedazos incrustándose en mis brazos. Aquello no era normal, se sentía como arena. Estaba confundida. Al abrir los ojos, me lleve la gran sorpresa de que, efectivamente aquello en lo que yo estaba recostada era arena. Me senté, voltee a ver hacia mí alrededor. Solo había arena…



No entendía, ¿como esto era posible? Y luego, un dolor punzante en mis brazos, en mis mejillas, en mi piel. Aquel dolor era obviamente ocasionado por mis quemaduras.

Esto no estaba bien. ¿Cuánto tiempo había estado ahí? Pero más importante, porque estaba ahí?!



Me pare, no tenia fuerzas. Tenía sed. Mi garganta no era mas que otro desierto; sediento por tan solo una gota de agua, una gota de cualquier cosa bebible. El pensar en mi sed, me hizo enfocarme en mi garganta, pensar inconscientemente en ella. Como cuando quieres algo que no puedes tener, y te forzas a no pensar mas en eso, para no quererlo ya mas. Pero al final, terminas deseando aquello aún más. Sólo imaginaba una gota, refrescante, deslizándose lentamente sobre mi garganta, acariciándola con esa frescura, lentitud y delicadeza.



Empecé a caminar sin rumbo, sin destino. Solo con la esperanza de encontrar una respuesta.

Camine y camine, segundos, minutos, tal vez horas…

Solo sentía ese otro yo arrastrándome por donde este pudiese.



Ya no veía bien, aquel paisaje no era más que una ilusión. Como una pintura pintada por Vincent Van Gogh. Solo manchas, manchas, manchas que se unían para recrear una imagen borrosa.



Me di por vencida, había agotado mis fuerzas. No tenía más que dar.

Y para que seguir buscando, si no sabia en donde ni que buscar.

NO había encontrado ninguna respuesta… ya no quería respuestas.

Me acosté lentamente. Cerré los ojos…



Sentí mi corazón latir mas lento, mas rápido, y luego… no lo escuche. Ya no quería luchar más, ya solo quería que terminara. Y ahora solo había silencio… y luego paz.



Y entonces… desperté.



Y aprecié.


Estaba yo otra vez en mi cuarto. Tenia cobijas, tenia una almohada. Voltee a mi lado, estaba mi hermana. Luego recordé mi sed, y fui a tomar agua; tenia una cocina, tenia comida.

Tenía todo lo que necesitaba, y quería.

Ahí, bajo ese techo estaba todo lo que quería. Un hogar, una familia, agua y comida.


Sentí mojada mi mejilla, deslice mis dedos sobre ella. Estos quedaron húmedos. Fui al espejo y me vi, era un desastre. Mi pelo café estaba enredado, agarre una liga y me lo recogí, no tenia ganas de cepillarlo. Mis ojos cafés estaban rojos a su alrededor, y llorosos.

Fue ahí cuando recordé lo que había pasado esa tarde…

Me había peleado con mi hermana, por un simple collar.

Le había gritado a mi mama, por no comprarme un suéter.

Me había enojado con migo misma por tener malas calificaciones.

Pero mas importante… Lo había perdido a el.

Y todo por mis caprichos. El era todo lo que yo quería, y lo había herido por mi egoísmo.

Todos mis problemas se los había puesto en los hombros, el tenia que soportar todos aquellos insignificantes problemas.

Aterrorizada, viéndome hacia el espejo, me di cuenta de la persona que había sido aquella tarde. Indiscutiblemente, yo ya era un monstruo.

No pude mas con mi culpa, me carcomía por dentro, lentamente.

Rápidamente, corrí a mi cuarto, desperté a mi hermana y le dije

- Perdón, usa el collar mañana, no me importa…

Ella me dijo – Ana, ¿Para eso me despertaste?

Me reí, una risa lenta, feliz. Le dije que se volviera a dormir.

Luego me metí a mi cama, y muy estúpidamente acaricie mi cobija. Estaba agradeciendo tener aquella cobija, que me cubriera del frio, y que me había acompañado aquella tarde de soledad…


Al siguiente día, sonreí todo el día. No deje de decir gracias. Estaba tan agradecida con la vida…

Pero algo faltaba… y es que todavía no estaba el.

Aquella noche volví a quedarme dormida… desperté en el mismo lugar. El mismo desierto.

Me dio un escalofrío. Me volví a levantar. Pero esta vez no me movió. Sabia que no iba a llegar a ningún lugar, a ninguna respuesta. Pero me había equivocado…

A lo lejos, pude distinguir un lago. Me acerque. No lo podía creer... aquel lago era real.

Tome agua, suspire. Sentí aquellas gotas rozando mi garganta. Bajando lentamente. Hidratando cada pequeño espacio adentro de mi ya seco. Se sintió tan bien.

Y esta vez casi no estaba quemada. Esta vez era un ligero dolor. Un dolor soportable. Ya casi todo era mejor… todo había mejorado…


Pero faltaba algo, aun no podía salir de aquel desierto.

Podía tomar agua, descansar, podía sobrevivir. Pero seguía en el desierto. Y no había forma de salir.

Desperté, me sentía mejor, mi oscuridad ya tenia un poco de luz.


Ese día, hable con el. Platicamos, me disculpe, y nos arreglamos…

Pasaron horas… y volví a cerrar mis ojos para transportarme de nuevo a aquel desierto.


Pero otra vez me había equivocado; nuevamente, como en mis sueños anteriores, abrí los ojos en un lugar desconocido. Pero aquel lugar no era un desierto, era todo lo contrario. Era una cascada, y miles de plantas florecían a su alrededor. En el cielo había sol, pero llovía. Pronto, un enorme arcoíris atravesó en cielo. Lo pintaba, y se reflejaba en aquel rio. Todo era bello, todo era bueno… Después escuche cantar a unos lindos pájaros, era un melodía. Y luego me llego una briza, que cargaba con el olor de miles de flores. Sentí aquel perfume natural entrar en mi nariz. Me lleno los pulmones de aire fresco, y limpio. Aquel aire frio y húmedo…

Todo en aquel lugar era perfecto.


Y entonces, desperté.


Abrí los ojos, me senté, y abrase mis piernas con los brazos. Me di cuenta que esos sueños habían sido verdad. Habían reflejado mi mundo, me habían reflejado a mí.

Al principio todo era seco, no había amor, no había felicidad, era un desierto de emociones.

Con forme el tiempo transcurrió, y yo mejore como persona, la gente y las cosas alrededor de mi florecían. Sonreían.

Y así es como mi desierto, se convirtió en el cielo…

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