Este cuento puede ser pequeño, diminuto, corto pues contiene no más de mil palabras… pero este cuento también es profundo, reflexivo, trascendente, hondo te hace pensar en el sentido de la vida que le da cada persona. Esta historia va desde el rey de la ciudad de las siete colinas, una amiga que no tiene esperanza, un guardia sin rencor y alguien…alguien que llamaremos Enriqueta.
Cuenta la historia que el rey Octavio I estaba sentado en su cuarto, una gran alcoba con una cama y dos sillas, las más finas en toda Roma, estaban esparcidas por todo el blanco, iluminado castillo de Notingham. Cuando se dio cuenta que su prenda estaba manchada, una simple, pequeña pero notable a la vista de un simple mortal. El rey tenía y quería tener perfectamente cuidadas las cosas de su armario, acomodadas por su precio desde su casco de plástico hasta su pijama de la más cara, fina seda de las 7 ciudades. Inmediatamente mando llamar a la persona encargada de la limpieza, había muchas como cualquier palacio pero el llamo a una persona especial, diferente a las demás.
-¡No Quetita! No te apartes. No guardia por el amor del santísimo… por favor se lo ruego- balbuceaba Antelma.
Su mejor amiga y compañera desde que inicio hace ya más de 4 lustros (20 años). Juntas pasaron muchas aventuras y desventuras. Una de ellas está siendo narrada así que no nos desviemos de la historia…
-Telma… no te preocupes tengo todo bajo la maga ya verás-. Admitió Enriqueta.
-Estás loca o que con el rey no vas a conseguir nada- fue el último grito, llanto que Enriqueta había escuchado de ella. Aunque todavía Antelma seguía furiosa por tan despreciable castigo.
El rey en todo su derecho de estar enfadado, molesto le hice saber su gran, impresionante enojo a Enriqueta. Comentándole, reclamándole cada simple, pequeña mancha que su ropa tenía.
-¡Que no ves que soy el rey de toda Roma, Enriqueta! ¡Que no ves que debo de ser perfecto, no debo tener un solo traspié! – reclamo el rey.
-Pero… señor… es que…- tartamudeo Enriqueta.
-En la casa de el majestuoso, esplendoroso rey no hay pretextos, rodeos- Interrumpió el guardia.
-¡Guardia!- intervino el rey de una manera energúmena.
-Ejecuten la orden 22… ¡Ahora!- dictaminó el rey.
De inmediato él mismo ordeno sentenciar a Enriqueta a pena de muerte condenada a posar su cabeza sobre la guillotina y ser asesinada en frente de todos en la plaza pública.
Enriqueta actuando de una manera sorprendente, extraña comenzó a reír a risotadas. El rey cada vez estaba más colorado pues la locura, rareza de Enriqueta lo ponía de un humor infernal, deplorable. Llamó a los guardias ordenándoles llevarse a esta persona fuera de su perspectiva, vista. Enriqueta molesta, enfadada por su enojo pensó todo el camino a la plaza pública un plan. Pero un plan que fuera sencillo, brillante. Pensó y pensó… como rayo a madriguera llego una idea a su mente tal y como la quería sencilla, brillante. Dejo atrás su forma de ser: pusilánime, temerosa y lo dijo…lo dijo como si fuera la última cosa que iba a decir…
-Pobre rey…- comento Enriqueta.
-Que dices- dijo el guardia.
-Pobre de ti estas a punto de tener tu cabeza 10 metros más lejos de tu cuerpo- agrego el guardia.
-Bueno, lo que el rey no sabe es que… bueno, secreto familiar,… yo… pues lo diré- intervino Enriqueta.
-Yo sé enseñar idiomas a infantes, niños. Si él rey quiere que sus hijos sean trilingües, pues es muy arduo que encuentre a alguien como yo aun en toda Roma.- propuso Enriqueta.
El guardia pensando ser astuto, sutil comento al rey lo fabulosa que podía ser Enriqueta para su vida. Intentado llenar de falacias, enredos cada pregunta que el guardia no sabía contestar.
-¿Tres…?- pregunto el rey.
-Seguro que más pero siendo la doméstica no debe mostrar su talento, vivacidad.- respondió el guardia.
-Señor, esta sirvienta puede ser más útil para nosotros con cabeza…- concluyo el guardia.
El rey se dirigió a donde residía Enriqueta en su castillo. Intento buscar lo que sea, datos, información familiar, parentesco con tutores en el arte de la lingüística, un certificado de estudios para las artes de la lengua helenística, clásica.
Nada, ni partículas de papel. El rey había olvidado que el día que Enriqueta llego, ella arribo con las manos vacías.
-Pero… claro era “Enriqueta vacía” todo el demás personal de limpieza se burlaba de aquel suceso…- pensó el rey.
Sorprendido llamo a todos los historiadores, filósofos, escritores de las ciudades de las siete colinas.
Pero nadie,…nadie tenía un solo dato recabado acerca de Enriqueta. Mientras todos escuchaban que alguien tocaba la puerta.
-Si…- dijo el rey.
-Soy Enriqueta su señoría vengo a anteponerme ante el acontecimiento sucedido hoy por la mañana.- intervino rápidamente Queta.
-Buenos y sacrosantos días tengan sus mercedes… ¡Enhorabuena! –concluyo el rey.
-Señor ante usted me apiado a su voluntad y pido misericordia, clemencia ante mí…-
-¡No!- intervino el rey.
-Sabes la situación y pagaras por eso- expresó el monarca, soberano, rey.
-Lo sé, fue un grave error y se debe de castigar con la guillotina, enfrente de todos, en la plaza pública.- comento ante la cada vez más grave situación Enriqueta.
-Pero… yo soy pedagoga de las maestrías de la lengua mundial- continuo Enriqueta.
-Está dentro de mis capacidades como simple mortal enseñar, y su señoría, le esto siendo leal, sincera. Le puedo enseñar a Alejandro y a Peleo cualquier idioma que usted me diga.- concluyó Enriqueta.
-Y así será- dijo el rey.
-Sino Enriqueta, yo te juro, te doy mi palabra que te arrepentirás de todo lo que acabas de decir. Te doy un año un solo año.- comento el rey.
Enriqueta se dirigió a su cuarto hablo.
-Queta, ¿Qué paso?- dijo Antelma.
-Ya está, le voy a ensenar a Alejandro y a Peleo tres lenguas de la elección de el rey.-comento Enriqueta.
-¿Qué? ¿Estás loca? Tu nunca le has enseñado nada a nadie, con dificultades hablas Romano- previno Antelma.
-Lo sé, pero en un año todo puede pasar me puedo morir yo, se puede morir el rey y por ahí en el camino sus hijos hablan los tres idiomas.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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