Zacatecas. Noviembre 1917.
Juan Sánchez, un hombre de 25 años que vivía en un barrio humilde en Zacatecas, México. Su único trabajo era procurar que la grava de las vías del tren no interfiriera en las paredes de hierro en las cuales el tren circulaba.
– Ya me voy pa’ ‘l trabajo mujer – Exclamó Juan
– Te cuidas Juan – Dijo Silvia (la esposa de Juan)
Cuando Juan se marchó de su hogar, viajó hacia su trabajo, que se encontraba en los suburbios de la ciudad en la que vivía Juan. Casi siempre Juan hace 5 horas para llegar a las vías del tren; tenía que salir de su casa a las cuatro de la mañana para llegar allá a las nueve de la mañana que era la hora en la cual Juan iniciaba el trabajo. A Juan no le pagaban todas las quincenas, solamente le pagaban 50 pesos (de esa época) cada mes.
Juan llevaba ahí cuatro horas haciendo su deber; y mientras estaba transitando por las vías observa a un costado, un arbusto muy insólito, ya que atrás tenía una cueva muy fría y obscura, se veía muy triste, húmeda y a la vez muy profunda. Sin embargo, Juan ignoró el suceso acontecido hace unos instantes; y siguió caminando hacia el punto de la vía donde debía parar. Claro que faltaban varios kilómetros por recorrer pero Juan ya estaba acostumbrado; cada día tenía que hacer lo mismo, una y otra vez; debido a que a veces los niños o hasta veces los delincuentes ponen rocas en las vías para que pueda ocurrir un siniestro. Y por eso es el trabajo de Juan. La verdad a Juan no le gustaba su trabajo porque era muy aburrido y lento.
Ya que Juan llegó a su destino, o sea al final de las vías del tren recorrió de nuevo su camino procurando que la grava no llegara al hierro. Y otra vez se topó con la cueva, y pensó: Ya que he terminado con mi ronda de las primeras seis horas… debería entrar a investigar porque esta esa cueva, que nunca en mi vida la había visto por aquí.
Y así fue… Juan ingresó al interior de la cueva y empezó a caminar por ella. El empezó a sentir frio al ingresar y se empezó a concebir humedad por el agua que estaba en el interior. A lo lejos de la cueva (más o menos a 30 metros de distancia) se podía apreciar un tipo humo con forma de un hombre, no tan joven; jorobado que lo estaba viendo con unos ojos muy misteriosos. Después de unos cuantos segundos la sombra empezó a difuminarse y de pronto ya no la pudo concebir. Juan no le hizo caso y siguió caminando hasta que alcanzó a observar una roca de tamaño humano (1.73cm) y se acercó a ella inmediatamente y el pudo reconocer que en efecto si era un humano convertido en piedra.
Juan empezó a sentir que algo andaba muy mal en esa cueva. Pero no le dedicó tanta importancia y corrió hacia el último tramo faltante por recorrer de la cueva, y así fue. Concluyó su recorrido por la cueva, pero al final, Juan pudo apreciar a otras tres esculturas como la que vio hace unos segundos. Pero Juan no se equivocó, si eran humanos. A lado de las rocas había una silla curiosamente tallada a piedra al igual que los humanos.
Curiosamente Juan después de que vio lo acontecido, le dio sueño y como consecuencia se quedó dormido en la silla de roca. Segundos después, Juan empezó a escuchar que alguien decía su nombre repetitivamente…
Juan abrió el ojo izquierdo y despertó en el suelo. Inmediatamente se levanto y pudo ver que en la silla donde el recordaba haberse dormido, había un hombre deforme, jorobado, deslucido, horrible. Se veía ya un hombre de una edad madura, le calculo como unos 72 años.
Cuando Juan lo vio el señor le dijo que se llamaba Don Roque y que tenía 101 años de edad. Don Roque le dijo a Juan que él podía convertir a gente en piedra como ya lo había notado. Juan creyó que este señor era una buena, humilde persona, al contrario, se equivocó. Este señor era malo, rencoroso y no tenía corazón. Cada vez que alguien ingresaba a la cueva de Don Roque, los convertía en roca. Pero con Juan tardó mucho más en ser transformado en piedra.
Juan no tardó mucho en concretar que Don Roque era malo, en consecuencia Juan trató de terminar la conversación que Don y Juan estaban teniendo.
Señor lo siento pero me tengo que ir a mi hogar, mi familia me espera—
No te preocupes muchacho, no te vas a poder ir de este lugar hasta que yo lo diga—
Pero señor, necesito ir a ver a mi esposa y a mi hija recién nacida Lucia. —
Que no te vas a marchar de aquí hasta que diga lo contrario—
Hasta aquí termina la historia. Nadie sabe si Juan fue asesinado o logró salir de la misteriosa cueva. Hoy en día, la cueva ha sido tapada con cemento, pero nadie sabe lo que yace dentro de ella. Hay un gran letrero que dice: SI ENTRAS A LA CUEVA NO VOLVERAS A VER LUNA NUEVA.
Esta carta se encontró tirada cuanto los trabajadores iban a sellar la cueva.
sábado, 7 de noviembre de 2009
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