Nació en Alemania, en una época complicada. Creció, y tuvo una vida relativamente normal, hasta que llego a los 10 años. Últimamente había escuchado que había una guerra por Europa, pero nunca le importo mucho. Hasta que un día como cualquiera llegaron unas personas con atuendo de soldados, traían armas que brillaban con la luz del sol.
Fue ahí cuando no volvió a ver a su familia y se convertiría en un prisionero de guerra destinado a sufrir.
Se cayó de la cama, todo había sido un sueño, una pesadilla o talvez un deseo sin completar. Despertó con su conciencia preocupada, solo podía pensar en su miserable pasado.
Los segundos cada vez eran más largos en su cabeza, aún cuando sabía que el reloj seguía contando de manera igual a la que el estaba acostumbrado. El cielo se cubrió de nubes anunciando la llegada de una gran tormenta, se desespero y supo que el momento había llegado, la hora que tanto había esperado por fin estaba aquí.
Caminó silenciosa y cuidadosamente por la habitación esperando a que los soldados finalmente se hubieran ido. Estaba preparado para hacerlo. De su calceta sacó una navaja y terminó de cortar el metal que lo tenía aprisionado al frío metal de su cama. Tenía que actuar con rapidez, sabía con exactitud que a la media hora volvían los soldados, y no tenia tiempo que perder. Ya había preparado lo necesario para que no se dieran cuenta de su ausencia, por lo menos durante varias horas (el tiempo suficiente que necesitaba para realizar su escape). Movió la cama y se introdujo en el conducto de agua. No tenía ningún objeto que le pudiera alumbrar y estaba muy oscuro, aún así siguió avanzando por el ducto, muchas veces sintió que algo le recorría los pies, las piernas u otras partes de su cuerpo, llegó a imaginarse lo peor, pero el miedo y el susto no hacían efecto ante él, después de tanta tortura por tanto tiempo era capaz de soportar cualquier cosa.
No sabía cuanto tiempo llevaba ahí dentro, pero si de algo podía estar seguro era que llevaba más de una hora venía avanzando por el ducto sin parar. Se detuvo para beber la última gota de agua que quedaba en la cantimplora de su compañero que había fallecido hace poco. Aunque esa poca agua no pudo quitarle su sed, siguió avanzando, pero cada vez era más agotador. Las gotas de sudor le recorrían el cuerpo como lluvia cayendo del cielo. Avanzando sin parar solo podía pensar en todo lo que había vivido y como su vida se perdió hace 13 años.
En su mente recordaba todos los momentos que había vivido mientras continuaba por el conducto. Ya no le importaba más nada, lo único que quería era perder su memoria, olvidarse de todo, de todos, quería volver a nacer pero ser otro en cuerpo y espíritu, alguien diferente que no cargara todos sus pesares, agonías y sufrimientos. Quería simplemente perder la vida.
Se dio cuenta como el conducto empezaba a humedecerse por la lluvia, la tormenta había comenzado y no había señales de que acabara. Sabía que esto le dificultaba las cosas, pero quiso seguir de todas maneras, pase lo que pase no quería volver a esa oscura habitación. La humedad se convirtió en gotas y con el tiempo esta misma comenzó a cubrirle las rodillas. Tenía que ir más rápido, pero ya se había agotado toda su fuerza. De todas maneras continuó con el mismo ritmo que ya traía. Y poco a poco fue sacando fuerza para poder continuar por el ducto que cada vez se humedecía más.
De repente comenzó a notar que el camino comenzaba a demostrar algo de luz, pensó que estaba cerca, se entusiasmó y se llenó de placer durante unos instantes. Y por fín salió a la luz, aunque está no era tan clara debido a la hora y a la presencia de la grande y temida tormenta. Se alegro de haberse liberado del conducto justo antes de que el agua le cubriera las piernas y de que al final había conseguido lo que mas quería, ser libre. Se paro y sintió que la lluvia lo empapaba de pies a cabeza y el viento que hacia alborotar los pelos que aun tenía secos. Se calmo con tan solo pensar en lo que había dejado atrás, volteó su cabeza y observó, empezó a reírse y tuvo ganas de gritar, pero logró parar antes de que eso le causara un gran problema. Corrió libremente por el enorme espacio verde frente a sus ojos, quedando muy atrás esa enorme construcción en la que había estado esclavizado por un poco más de trece años. De pronto sintió un extraño sentimiento, no tenía idea de a donde ir, y por primera vez en su vida conoció lo que era el miedo. Parecía estar perdido y solo en medio del espacio sin encontrar un lugar propio, algo que lo mantuviera estable, cómodo, a gusto. No quería dormir, no quería comer, no quería hablar, no tenía ni la más mínima idea de que hacer o que pensar. Pensó en esperar a que algo sucediera o a que alguien llegara, pero eso lo atemorizó más y volvió a correr. Siguió corriendo así varios minutos observando todo a su alrededor hasta que chocó con una piedra y cayó.
Sus ojos le daban vueltas, su respiración cada vez se hacía mayor; lo único que podía ver era una luz... Una extraña luz blanca que poco a poco se fue convirtiendo en gris, hasta llegar a ver con claridad el techo del cuarto de su tortura y las paredes su prisión…
lunes, 9 de noviembre de 2009
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