sábado, 7 de noviembre de 2009
La Amistad Verdadera es de Corazón (Paola Macera, 21)
Érase una vez, dos princesas muy hermosas. Una de ellas tenía el pelo castaño, y lacio era blanca, muy blanca, ojos verdes y delgada, muy hermosa. Se llamaba Carolina. La segunda era todo lo contrario. Era morena, ojos casi negros, pelo rizado y oscuro. Se llamaba Natalia.
Se conocieron en la ‘Escuela de Artes y Estudios Sociales de la Realeza’. Tan pronto como se conocieron hubo una gran conexión, era magia lo que sentían. Se adoraban, eran las mejores amigas. Natalia siempre ayudaba a Carolina a resolver todos sus conflictos y viceversa. Natalia era más pequeña, de edad, que Carolina.
Carolina, un día, le envió una carta a Natalia. Una carta muy triste. Ésta decía:
‘Querida Natalia:
Siento mucho tener que decirte esto, pero es que no soporto esta escuela, o por lo menos así le llaman. Por medio de esta carta quiero decirte que me voy. Me voy de esta escuela. Para siempre.
Te quiere,
Carolina’
Al leer esto, Natalia quedó devastada. No paraba de llorar. Simplemente no soportaba la idea de vivir tan sólo un día sin su gran amiga. Lloró toda la semana. Hasta que llegó el momento del adiós.
Carolina y Natalia terminaron sus exámenes. Dieron un paseo a caballo alrededor de todo el reino. Les dieron masaje. Las consintieron como nunca. Se acercaba el anochecer. Natalia le tenía preparada una gran sorpresa a Carolina. El anochecer se acercaba aun más.
Justo a la medianoche, Natalia condujo a Carolina aun cuarto. Un cuarto gigantesco, podrían caber sus dos caballos y otros quince más. Carolina llevaba los ojos vendados y ansiosa preguntó: “Natalia, los nervios me están matando, por favor, dime qué me darás” Natalia tranquila contestó: “No te desesperes, ¡SORPRESA!”.
La tan esperada sorpresa eran dos hermosas y blancas palomas mensajeras. “¡ay, Natalia, no sé que decir!” exclamó muy alegre Carolina. “Es sólo un detalle, para así comunicarnos aunque estés lejos. No me importa si la paloma llega diez años después. Me importa que nos sigamos hablando y contando todos nuestros secretos” dice Natalia algo afligida. “Casi amanece, me tengo que ir. Te voy a extrañar. Pero nunca olvides que siempre estaré aquí, pase lo que pase, cueste lo que cueste” comentó nuestra princesa de ojos verdes. “Sí, no olvides que yo también” dice la princesa morena. Comenzaron a llorar sin parar.
A la mañana siguiente se encontraron las dos princesas tiradas en el pasto. “¿Qué pasó?” pregunta angustiada Natalia. “No lo sé, supongo que nos quedamos dormidas después de tanto llorar” responde Carolina. “Mejor ya me voy, una nueva escuela me espera” dice triste pero preparada la princesa castaña. “De acuerdo, te deseo suerte” dice la princesa de rizos. Se abrazaron fuertemente. Entonces Carolina montó su caballo blanco y se fue alejando. Pronto, a Natalia no le quedaron más que sólo recuerdos. Pensaba profundamente que viviría del pasado, siempre recordando los tan maravillosos momentos que había vivido con su tan adorada amiga.
Dos días después, Natalia sentía que moriría sin su amiga. Pero de pronto, llegó una paloma mensajera hasta su ventana. El ave dejó en su cama un pergamino muy fino. Nuestra princesa muy curiosa decidió abrir el pergamino.
Al abrirlo, se dio cuenta de que era una carta escrita por su amiga Carolina. Natalia, después de leer la carta se puso a llorar de la emoción. Nunca se habría imaginado que a su compañera, amiga y casi hermana se la estaría pasando tan bien. La princesa de ojos negros le respondió:
“Querida Carolina,
qué bueno que te guste tanto la nueva escuela. Yo estoy bien, muchas gracias, pero me haces demasiada falta. Me dio mucha risa leer en tu carta que no había príncipes en tu nueva escuela. Pero no te preocupes, ya encontrarás a tu príncipe azul de armadura reluciente, aunque éste no asista a la ‘Escuela Real Femenina’. Yo por lo pronto no quiero ningún príncipe que me distraiga, sigo algo triste por Felipe, pero aparte de eso todo esta yendo de maravilla. Gracias por enviarme el pergamino, está hermoso. Espero nos veamos pronto.
Tu amiga, Natalia.”
Y la paloma salió volando, muy rápidamente. Natalia estaba demasiado feliz, no podía contenerse. Esa carta la hizo la persona más feliz de todo el reino, se podría decir que del mundo. Unas cuantas semanas después, nuestra princesa recibió otra carta de la princesa castaña. Y una vez más Natalia estaba que brincaba de felicidad. Le respondió la carta con gran satisfacción. Y tan grande era este sentimiento que Natalia cayó como aguja en la cama, silenciosamente. Se quedó dormida.
A la mañana siguiente, se escuchaba una voz. Una voz que la princesa morena ya conocía, ya la había escuchado antes, sólo que no podía reconocerla. Había pasado demasiado tiempo sin oírla. Nuestra princesa, abrió sus ojos. Saltó de la cama, no aguantaba y corrió a abrazar a su gran amiga, Carolina. Estuvieron a punto de tronarse la espalda de lo feliz que estaban de verse. Ninguna de las dos pudo haber estado más feliz.
Entonces, las dos princesas salieron a cabalgar. Comieron algo sentadas en el fresco pasto. Hablaron y hablaron de todo lo que les había pasado en esas pocas semanas que llevaban del nuevo ciclo escolar. Y así continuaron hasta el anochecer. No descansaron la boca, tan sólo habían pasado demasiadas cosas.
Al día siguiente, se despertaron en el dormitorio de Natalia. Carolina la despertó con un dulce canto. Entonces, se pusieron en marcha y subieron hasta la torre más alta de todo el castillo. Llegaron al cuarto donde Natalia le entregó la paloma mensajera a Carolina. Y ahí admiraron el paisaje, recordaron momentos inolvidables que vivieron juntas. Y así concluye nuestra historia. La historia de dos princesas, las mejores amigas, que cuando una se marchó, pensaron que jamás se volverían a ver. Cuando descubrieron que se habían equivocado, se reencontraron por simple y pura voluntad, permanecieron amigas hasta el día en que murieron. Ahora tiritan dos estrellas, las más brillantes del cielo, siempre juntas, recordándonos que por mas lejos que estemos de nuestros seres queridos, algún día nos reencontraremos. Aprendiendo la lección, una lección que dice así: ser amigos no significa estar siempre juntos, significa estar separadas y que todo siga igual.
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