jueves, 12 de noviembre de 2009

Ricardo Treviño 23

Había una vez una familia pobre que apenas y tenía dinero para la comida. Esta familia vivía en las colinas de Oaxaca. Estaba conformada por 5 hijos, la madre y el padre. La madre es una vieja gruñona llamada Guadalupe; tiene 56 años de edad, es alta, pelo de color negro, su piel es de color carne, muy gorda, con lunares por todos lados, sus ojos son como del color del agua de la alcantarilla, una nariz de bruja y orejas de duende, muy largas. Tiene un carácter espantoso, de cualquier cosa se enoja, si no se acaban la comida, si se tardan mucho en el baño, pero sobre todo cuando sus hijos se pelean entre sí. El padre se llama Bernardo; tiene 54 años de edad, no es tan alto como lo es Guadalupe, es flaco, el es calvo, su color de piel es carne, sus ojos son de color marrón y su nariz es chata. Los hijos se llaman: Pedro, Josefina, Joaquín, Lucía y Patricio. Pedro, el mayor de sus hermanos, tiene 15 años, es del tamaño de su padre, flaco, pelo café y es el preferido de los padres. Josefina tiene 13 años, salió igual que su mamá y ella ayuda a mantener la casa. Joaquín tiene 10 años y él, tanto como su hermano Pedro le ayudan a su padre. Lucía tiene 9 años y su hermana le está enseñando cómo mantener la casa. Y por último está Patricio. Tiene 5 años y aun no puede hacer nada bien, excepto ir al baño y comer lo que tiene enfrente.


Esta familia era muy afectada con los impuestos, ya que cada vez subían más. Ya no podían seguir así, el único impuesto que no pagaban era el del agua porque ellos podían conseguir agua desde un río que quedaba a 3 kilómetros.

Bernardo, Pedro y Joaquín siempre iban por agua cada dos días y se traían 9 cubetas; 4 el papá, 3 Pedro y 2 Joaquín y se tardaban como 3 o 4 horas en ir y volver. Cuando llegaban, les daban de cenar e inmediatamente se iban a dormir de lo cansados que estaban.

Un día, el papá se quería ir por otro lugar para ver si hacían menos o más tiempo de lo normal. Se fueron por ese camino y en la caminata se encontraron una choza en la cual parecía que no vivía absolutamente nadie. Entraron los 3 y se toparon con una especie de soplador y varias botellas junto a un tubo de metal y unas hojas de papel.

El papá fue a revisar las hojas y resulta que eran planos. Los examinó y había un dibujo con muchas botellas sostenidas de lo que se parecía al soplador junto a un tubo de metal y hasta abajo había unas instrucciones: “Colocar unos cacharritos en la tubería de bajada del tejado a los que se acopla una botella”. El vio una gran oportunidad de ahorrarse toda la caminata y el esfuerzo que hacían para conseguir agua simplemente con estos artefactos. Después, Pedro le gritó a su padre diciéndole que había encontrado muchas cosas parecidas a los sopladores. Su padre pensó que esta era una bendición de Dios.

Llegaron a su casa, pero las cubetas no traían agua, traían todos los cacharritos que pudieron cargar. Guadalupe empezó a regañar a Bernardo mientras que Josefina regañaba a sus hermanos. Lucía estaba cuidando a Patricio mientras escuchaba como todo mundo estaba siendo regañado o regañando.

Bernardo trataba de explicarle a Guadalupe sobre los planos que tenía guardados en su bolsillo, pero esta estaba muy enojada y no lo escuchaba hasta que Patricio llego y dijo:

-Escucha a papi

En ese momento algo pasó, Guadalupe se puso a razonar y escucho la historia de Bernardo. Esta se impactó y comenzó a ver los planos. Ella en ese instante dijo:

-Mañana empezamos a hacer el trabajo.

Al día siguiente, empezaron a poner los cacharritos en la tubería. Se tardaron mucho tiempo pero la más rápida fue Lucía; parecía que hiciera eso todo el tiempo. Después de que todos pusieron su cacharritos, pusieron las botellas con mucho cuidado. La más rápida fue Josefina. Finalmente, Pedro fue el encargado de poner agua en la tubería para ver si funcionaba y de verdad funcionaba.

La familia no lo podía creer, sobre todo Guadalupe. Comenzaron a utilizar ese método para limpiar el piso, lavarse las manos, limpiar los platos, etc.


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