Durante la segunda guerra mundial en el año 1942 había una niña judía, se llamaba Helah. Helah era una niña muy bonita ella tenía el pelo café, chino, tenía unos ojos almendrados, muy grandes, color marrón claro, una nariz respingada con muchas pequitas alrededor. Helah se vestía con vestidos largos, finos, antiguos y siempre traía un moño en la cabeza. Ella vivía con su mama y con su abuela. La niña nunca conoció a su padre es mas nunca había oído ni una palabra de él lo único que sabía era que se llamaba Bilhá. La niña y su familia vivían en Vietnam.
En esa época Hitler estaba al mando en Vietnam. El se encargaba de que los judíos sufran, los mandaba a campos de concentración donde los hacía trabajar. No comían nada más que un pan en todo el día.
Los judíos en ese tiempo se tenían que esconder, de hecho, algunas personas católicas, cristianas, ateas, de otras religiones, los escondía en su sótano para no ser atrapados por los soldados de Hitler.
Helah y su familia debían ir a refugiarse, de hecho el miércoles a primera hora debían estar en casa de la familia Stevenson, pero antes de irse la mama quería agarrar unos papeles importantes para ella y dejo la casa hecha un desastre. Helah quería algunas fotos familiares de recuerdo por si algo pasaba y mientras buscaba en el desastre de su madre, encontró una foto de un señor que nunca había visto en su vida. Atrás de la foto decía “militar nazi”, en ese momento se acordó que el otro día había visto a un grupo de señores, más bien, militares en su vecindario y el señor se parecía a él.
Helah y su familia estuvieron meses en ese sótano hasta que a la familia Stevenson le empezó a dar miedo de que estén en su sótano, ya que sus vecinos escondían judíos en su casa y los atraparon, asique fusilaron a todos los judíos escondidos y a la familia que los ocultaba. La familia Stevenson hecho a Helah y su familia, les pidió una gran disculpa ya que no era su intención echarlos pero tenían hijos y una vida por delante.
Helah llevaba consigo todas las fotos hasta la del señor y las miraba siempre. Ese señor le llamaba mucho la atención y no entendía porque.
La familia y Helah fue encontrada por los nazis y las metieron a las tres en un campo de concentración donde lo único que hacían era trabajar. Era un lugar horrible, estaba rodeado por una reja, eran cabañas de madera, donde pasaban frio, tenían que llevar puesto una especie de uniforme rayado. Las separaron a las tres.
La abuela desapareció y Helah no la volvió a ver, cuando le pregunto a su mama a la hora de la comida ella le respondió que la habían llevado a darse una ducha y no regreso porque la mandaron a otro lado. Helah ya había escuchad de esas cosas porque las amigas de su antiguo vecindario siempre le contaban horribles historias sobre los campos de concentración. Ella suponía y sabía que habían llevado a la abuela a las cámaras de gas.
Después de tres meses a la mamá la empezaron a maltratar un día se arto y les escupió a los militares quienes la llevaron a un callejón y la asesinaron ante los ojos de su hija. Helah quedo devastada, sabía que era la única y que pronto llegaría su turno. Fue más doloroso para la pobre niña que para la madre, la hija miraba con los ojos abiertos y se iba alejando poco a poco hacia atrás, pero nunca dejo de mirar. Vio como asesinaban a su madre.
Ella se empezó a volver muy extraña, una niña solitaria, callada, obediente, sin quejas pero sobre todo muy rara.
Una niña que estaba con ella un día le pregunto que porque tan deprimida, ya que ella era siempre la optimista, la que las incitaba a las demás para poder seguir adelante y tener una razón para vivir, ella le contesto que no estaba deprimida solo que se encontraba rara por un mal sueño que tuvo.
Habían pasado 2 meses y seguía actuando extraño, la amiga se le acerco y con una voz preocupada pero a la vez tierna le susurro al oído, –no creo que estuvieses soñando lo mismo durante dos meses, Dime tal vez te pueda ayudar. Helah rechazo su oferta de un modo amable y muy agradecida.
Unas semanas más tarde Helah volvió a ver al señor de la foto esta vez estaba más sorprendida ya que el señor la miro fijamente a los ojos y eso hizo que ella se sorprendiera más ya que ella estaba muy asombrada. Ella sentía que algo había entre el señor y ella. Cada día se fijaba en más parecidos por ejemplo, sus ojos eran iguales del mismo color. Su manera de pensar, bueno ella no sabía cómo pensaba el pero sentía que había algo ahí como una especie de conexión, ella no la entendía pero sabía que algo había.
Helah seguía trabajando y comiendo un pan por día y por eso seguía bajando de peso. Ya estaba desnutrida hasta ella lo veía. Se preguntaba porque seguía ahí, como era posible que llevara tanto tiempo sin que la maten, desechen, aniquilen, o como quieran llamarle.
Ella seguía viendo al señor y un día supo que era su hora. Escucho al militar líder decir: –Bilhá lleva a esta niña y a aquella mujer a la sección de horcas. –sí señor. Afirmo Bilhá
En ese segundo Helah lo había comprendido todo, era muy fácil para ella deducir que era lo que pasaba. Porque ella sentía algo extraño con aquel Bilhá, había comprendido todo ya entendía la supuesta conexión que sentía y también los parecidos, entendía su interés hacia él y su necesidad de conocerlo más. Saco una foto de su pantalón y la miro, hasta más no poder, la observaba como si algo muy extraño pasara, como si la foto la estuviese hipnotizando, volvió a guardar la foto en su pantalón.
Resultaba que por fin ella había entendido que él era su padre.
Ella estaba impactada sentía un nudo en la garganta. Sentía como clavaban cuchillos en su pecho y como le apuñalaban la espalda. Siempre había sido su sueño conocer a su padre, pero jamás creyó que lo haría de ese modo ni en ese lugar tan feo. Estaba aterrorizada su propio padre era parte de esa corrupción de esa maldad de ese grupo maligno, lleno de asesino. Y ahí en ese mismo instante pensó, como era que su padre sea así, que habrá hecho su padre todo ese tiempo, como es que acabo ahí y ella aquí, como es que acabo de un lado y ellas del otro. Pensó que si él la reconocería y que si la salvaría, tal vez se la llevaría a un lugar totalmente nuevo, donde nada de eso pasara, donde todo sería diferente.
El señor agarro a Helah de su brazo y a la otra mujer con mucha fuerza, Helah no estaba segura si solo a ella la agarraba con fuerza o si a la mujer también. Pero al ver cómo le salía un musculo y como se pronunciaban sus venas en ambos brazos noto que agarraba con bastante dureza a ambas.
Helah, Bilhá y la otra mujer, llegaron a la sección de horcas. Helah las miraba con los ojos bien abiertos, le sudaban las manos al ver unos palos gigantes de madera, debían medir 3 metros y veía como colgaba una soga, una soga solida dura y terminaba en un círculo, comprendió que ya era su hora, pero que pasaría con su papa, en ese momento le empezó a dar una terrible jackeca y se preguntaba si le diría o no, pero lógicamente él no le creería.
Le amarro la soga en el cuello. Ya no solo le sudaban las manos sino que también el cuello la cara, todo su cuerpo. Le empezaron a caer unas lágrimas y justo antes de que jalara la soga ella dijo suavemente y casi sin voz: – ¡papá!
En ese momento ella colgaba de la soga con el cuello y la cabeza caía hacia delante el pelo chino recaía sobre su pecho y callo lentamente de su pantalón una foto.
Bilhá la vio y quedo boquiabierta y una lágrima cayó sobre su mejilla.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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